Lenguas

sábado, 5 de diciembre de 2015

Capricho 31.21.5



Últimamente me ha dado miedo escribir, escribir supone una de las pocas actividades que quedan en la que se tiene que tocar lo más blando de lo más profundo, lo que grita cuando duele.


Para no sufrir mientras se escribe una tendría que estar completamente reconciliada con su pasado, su presente, y su futuro; y eso vendría siendo muy improbable tomando en cuenta la mano que escribe.


Con El Futuro jamás me voy a poder "reconciliar" porque no lo conozco y nunca lo voy a conocer, aveces me lo imagino como un jovensito inquieto, con miles de planes, indeciso, prepotente, pecador por confiado y farsante por hablador. Intranquilo; un desconocido hasta para él mismo. No puedo perdonar y ser perdonada por un desconocido, ¿o puedo? Futuro! te perdono, perdoname.


Con El Presente, esta sombra pesada, inmadura! romántica sin causa, inconsciente. No puedo reconciliarme con ella porque siempre la quiero cambiar, no me satisface, me afligen sus carencias. Pero son las mías, ¿cómo me reconcilio conmigo misma? Esto soy yo, esto que quiero cambiar, no me soporto así de tonta, no perdono estupidez propia, tampoco estupidez ajena pero he tenido que aprender a desinteresarme de carencias que no afectan este Presente. Pero esta sombra, mi yo Presente, no me voy a perdonar porque no me quiero aceptar; no me puedo reconciliar conmigo, soy demasiado deficiente, y no voy a rendirme perdonándome, reconciliándome con este prototipo de lo que pretendo ser.


Y el Pasado es un señor resentido con la vida, de esos señores que fueron jovensitos idealistas que querían cambiar el mundo pero el mundo los cambió, la oscuridad entro en él y nunca partió, solo lo partió. Que viejito hijo de puta que no perdona porque olvidó como se hace, 'a los viejos no se les quita las malas mañas'. Pero vea don Pasado, aprenda a perdonar, perdóneme, déjeme vivir, déjeme escribir.


Solo en el caso utópico, perfecto, dulce y con olor a nuevos caminos de estar reconciliada tridimensionalmente en el tiempo, solo así no me daría miedo escribir, no sentiría una aflicción asfixiante ((*de señorita de goma)) que tiene que soportar reproches de señoras sin goma, ni sangre, ni carne.

((*Y la señorita de goma también es de colegio de monjas, 


que se hizo pasar por bacante 


y lo ha hecho tan bien que Baco vino a felicitarla por tanta devoción.


Pero viene de colegio de monjas, fingir devoción es lo suyo.


Y la señorita vuelve de Baco,


la resaca es el premio por tan buena actuación.))



Y bueno, sólo se podría dejar de sufrir al escribir si no se tuviera nada de que escribir, o nada que sufrir, que no es lo mismo pero es igual.






No hay comentarios:

Publicar un comentario